Dos golpes de Estado de España según Puigdemont: la sentencia del Estatut y el 155

En su libro ‘La crisis catalana’, el ex presidente de la Generalitat da una versión de la huida tras la declaración de independencia en la que explica cómo otros consejeros del Govern se marcharon al exilio antes que él

El Govern de Puigdemont, en la declaración de independencia en el Parlament de Cataluña. Foto de archivo.
El Govern de Puigdemont, en la declaración de independencia en el Parlament de Cataluña.

Un año después del otoño en el que intentó convertir Cataluña en un estado independiente, Carles Puigdemont ha publicado un libro en el que, con la ayuda de un periodista belga, trata de explicar cómo se llegó al borde de la ruptura con España, cómo gestionó el proceso desde la presidencia de la Generalitat, y las propuestas que él plantea para encontrar una solución a este conflicto.

“La crisis catalana” (publicado por la editorial La Campana) se ha editado en catalán, y próximamente se espera que salga a la venta en Bélgica en neerlandés, para extender los argumentos del ex presidente de la Generalitat en el país al que huyó, sobre todo entre la población flamenca, y también en Holanda.

De hecho, el libro tiene un enfoque muy europeo, trata de explicar a alguien poco conocedor de España la versión de Puigdemont y del nacionalismo de cómo el Estado español, con su “intransigencia”, forzó a los catalanes a terminar optando por ejercer el derecho de autodeterminación para alcanzar la independencia.

La sentencia del TC sobre el Estatut

En estas primeras “memorias” de esta etapa política, Puigdemont utiliza varias veces la expresión “golpe de Estado”. Dicha expresión se ha utilizado frecuentemente, pero más por parte de quienes consideraron que el referéndum del 1-O, la declaración de independencia del 27-O y todos los preparativos del Govern de la Generalitat para conseguir la secesión fueron un golpe de Estado.

Sin embargo, Puigdemont se refiere con “golpe de Estado” a dos actuaciones muy distintas de lo que él considera “el aparato del Estado” español.

“Todo junto desembocó en la sentencia del Tribunal Constitucional de 2010 contra el estatuto de autonomía, del cual hablaremos más adelante y que nosotros consideramos un golpe de estado”, escribe Puigdemont, que más adelante insiste en afirmar que dicha sentencia “es vista como un golpe de estado por la mayoría de los catalanes y también por expertos constitucionalistas españoles independientes”.

Sobre esta sentencia del Constitucional, Puigdemont asegura que “anula los principales artículos del nuevo Estatuto de Autonomía”. La realidad es que el TC sólo declaró inconstitucionales de forma total o parcial 14 de los 223 artículos del Estatut, principalmente los referentes al poder judicial catalán que pretendía crear, e interpretó otros 23.

El 155

El ex presidente de la Generalitat de Cataluña también acusa de haber llevado a cabo un golpe de Estado al haber activado, el Senado y el Gobierno de España, el artículo 155 de la Constitución para intervenir la Generalitat y cesar al Govern en pleno, además de disolver el Parlament.

“Hablamos de un golpe de Estado, porque el gobierno español sobrepasó el espíritu de la Constitución española. Pervirtió el artículo 155 y lo utilizó como si fue un cheque en blanco”, ya que según el relato de Puigdemont, en los debates en las Cortes Constituyentes se delimitó la extensión de esta claúsula de intervención de las comunidades autónomas y se descartó que sirviera para hacer una intervención global de sus instituciones.

 

“Finalmente decido convocar elecciones porque la aplicación del artículo 155 que ha decicido Madrid es un golpe de estado que está fuera de la ley y de la Constitución española”, vuelve a argumentar Carles Puigdemont en otro punto del relato sobre los días 25, 26 y 27 de octubre de 2017.

¿Quién se marchó al exilio antes?

En el libro, el ex presidente catalán hace su propio relato, aunque no con muchos detalles de lo que sucedió entre la declaración de independencia en el Parlament, el viernes 27 de octubre, y la rueda de prensa que dio en Bruselas el lunes 30 de octubre.

En estos meses se ha publicado que algunos consejeros, desde el vicepresidente Oriol Junqueras a Jordi Turull, no estaban informados de que Puigdemont y otros consejeros -Clara Ponsatí, Meritxell Serret, Lluís Puig (que siguen huidos), Meritxell Borràs, Dolors Bassa y Joaquim Forn (que volvieron a España y están en prisión provisional)- se marcharían a Bruselas a iniciar un exilio para evitar la acción de la justicia en España.

Sin embargo, Puigdemont trata de dar la imagen de que él no fue el primero en marcharse de España. Para ello, recurre al relato de los cruces de frontera con Francia que realizaron algunos consejeros en la noche del 27 de octubre, y que ya se ha publicado en reportajes y libros.

En esos días, algunos consejeros se trasladaron a Prada de Conflent -que los nacionalistas catalanes consideran parte de Cataluña controlada por Francia-, aconsejados, según ese relato, por personas que temían que ultras españolistas asaltaran sus domicilios, o fueran detenidos por sorpresa. Hay que recordar que por entonces ni siquiera la fiscalía había presentado aún la querella por rebelión y otros delitos contra el Govern.

Puigdemont relata que el sábado 28 por la tarde se reunió en la zona del Ampurdán con Marta Rovira, número dos de ERC, “que acababa de hablar con los miembros del Gobern en el exilio”, y concluyen que él mismo también debe exiliarse. Y abunda en esa idea al contar que el domingo 29 de octubre “recibo en mi casa a unos cuantos consejeros que han vuelto de su exilio en Francia”.

También niega que saliera de su casa en Sant Julià de Ramis escondido en el maletero de su coche para despistar a los mosso de su escolta, o que cogiera un avión en Marsella. Relata que salió sentado en coche, no conducido por su mujer, que atravesó Francia hasta llegar a Bélgica, pero pasando por Luxemburgo para evitar atascos.

Si no se quedó en Francia fue por “la tradición jacobina, centralista y con unos intereses políticos muy vinculados a los del Gobierno español”, por lo que podrían haberlo entregado rápidamente a las autoridades judiciales españolas que pidieron su extradición.

El gazapo de la Segunda República

Cabe destacar algunos otros detalles del libro. Puigdemont cuela algunos datos históricos erróneos. Por ejemplo, data en 1995 las elecciones generales que ganó José María Aznar, cuando fueron en 1996.

Y da una explicación algo confusa de la proclamación de la Segunda República. Según él, “tres días antes [de que se proclamara la Segunda República española], el presidente catalán Francesc Macià había declarado la república catalana en el marco de la Federación Ibérica”.

En realidad, todo ocurrió el mismo 14 de abril de 1931. La primera proclamación republicana se produjo en Eibar (Vizcaya), después en Valencia, y en Barcelona Macià (que no era presidente de nada, por entonces) y Companys proclamaron la república y el estado catalán a mediodía, mientras que en la Puerta del Sol de Madrid el gobierno provisional no lo hizo hasta horas después de esa misma tarde.

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