Mónica García, de Nekane a radikal chic

Valoración conclusiva de una campaña atípica

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La candidata de Más Madrid, Mónica García. En segundo plano, con mascarilla, Íñigo Errejón.

Isabel Díaz Ayuso atisbó por el horizonte mediterráneo una moción de censura —oscuro huracán— que subía a toda velocidad desde la Manga del Mar Menor. Para evitarla, convocó elecciones anticipadas en tiempo récord. A la vista queda el resultado de la operación. Su éxito electoral ha sido rotundo, arrollador. Madrileños de toda edad y condición han querido agradecerle esa trinidad virtuosa —eficaz— con la que sus políticas públicas han potenciado la sanidad, la economía y la educación. Un ejemplo para España y —¿por qué no decirlo?— para el resto de Europa, como reseñan los medios más allá de nuestras fronteras.

El PPM podrá gobernar en solitario, con el apoyo exterior de Vox. ¿Qué hará Vox sino apuntalar desde fuera al PP? Si el partido verde no quisiera entrar por el aro que le brinda la domadora Ayuso, podría gravitar hacia un tripartito de izquierdas; algo impensable. Por cierto, muy mal Vox con su campaña; comparar 269 menas con millones de pensionistas y abuelitas… ¿Qué queda de aquel vasco sanote? Santi; así, no.

El fracaso de Gabilondo es el envés del ayusazo. Su descalabro se observa tan pronunciado que la carrera política de este Ángel puede darse por amortizada. En cuanto transcurran unas semanas, Pedro Sánchez le buscará acomodo en alguna institución por encima de la melé y, acto seguido, tendrá que pensar qué hacer con la federación socialista madrileña, partida por gala en dos, buscándole un front man / woman con mordiente y peso. Apenas cuenta con un par de años, si no quiere que el PSOE acabe barrido de esa Comunidad. Es de todo menos anecdótico que los únicos dos municipios donde los socialistas han sido la fuerza más votada resulten ser El AtazarFuentidueña de Tajo. Nadie se ha creído la cacareada amenaza de “¡que viene el fascismo!”. El PSOE, retrotraído al primer tercio del siglo XX, ha perdido el favor de la urbe y los intelectuales. ¿Madrid será la tumba del Sanchismo? Tal vez.

Otra revolución de esta carrera electoral ha sido Mónica García. Sus estrategas de imagen y discurso han sabido aconsejarla, imprimiéndole un acertado giro. Mónica ha dejado atrás los modales filo-batasunos —con simulaciones de pistolazos incluidos, ¡ufff!— para apostar por un estilo radikal-chic, aguerrido, con tono menos hiriente de lo habitual, de cómplice sonrisa, donde ella –médico, ¿podríamos acaso olvidarlo de tantas veces que lo ha recordado en campaña?— comunica mejor. Lástima que su candidatura viniera lastrada por Más Madrid, una formación tan extrema como su mentor original.   

En efecto, Pablo Iglesias irrumpió con un tono épico en el que probablemente ya no cree ni él mismo. Su discurso, al margen de toda realidad, bronco como pocos y vengativo como ninguno, nacía lastrado por múltiples incoherencias personales e ideológicas. Para colmo, por su malcontento con casi todos los periodistas, se ganó la enemiga del conjunto de la profesión. Errático y zigzagueante Iglesias. Encasquillado. Cansado. Su dimisión, a nivel psíquico, probablemente sea lo mejor para él... y su entorno.

En cuanto a Edmundo / Ciudadanos, su campaña ha sido la crónica de una muerte anunciada que, efectivamente, se ha anunciado y cumplido.

Algo termina y algo empieza en este momento.

 

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