Expresa la “impotencia” general al ver arder los bosques

“Estuve en el infierno y no lo apagué”: el relato de un militar sobre los incendios en Galicia

Un piloto de los aviones extintores del 43 Grupo del Ejército del Aire explica las complicaciones a las que se enfrentaron, como baja visibilidad, dificultades para cargar agua...

“Ésta es la historia de una derrota”. Así comienza el relato de la extinción de los devastadores incendios en Galicia, Asturias y Castilla y León de los últimos, que terminaron con la vida de cuatro personas y calcinaron más de 30.000 hectáreas de monte, reducidas hoy a cenizas. El piloto recogió agua de embalses y la lanzó sobre las llamas durante una semana.

El militar, cuyo nombre oculta, sitúa los hechos justo cuando estaba a punto de regresar a casa, después de un verano de intensa actividad en la lucha contra el fuego en el monte. La aparición inesperada de nuevas llamas en el norte de España obligó a varios militares a permanecer en Salamanca antes de regresar a Torrejón.

Y quien tomara la decisión “acertó”, como dice este piloto, porque días más tarde, el 5 de octubre se desataron los descomunales incendios en Galicia, Asturias y Castilla y León. Al protagonista del relato le tocó atender los focos de Vigo y Pontevedra, tarea nada fácil.

Las características de los embalses eran complicadas para que los aviones pudieran acceder y ascender más tarde con los depósitos llenos de hasta 6.000 litros de agua.

En Salamanca

El piloto explica el porqué de la ubicación de parte del 43 Grupo de las Fuerzas Aéreas en el destacamento de Salamanca, que dista más de 300 kilómetros de Vigo: como todo el verano, mantuvimos aviones en Santiago, pero este aeropuerto suele amanecer con brumas, techos de nubes bajos y otros fenómenos meteorológicos que no permiten despegar a primera hora, lo que supone perder casi hora y media de tiempo”, afirma. “Cuando hay tanta gente sufriendo no puedes permitirte regalarle al fuego esa ventaja”, añade.

Domingo 8 de octubre

Para este piloto, el peor día de todos los que duraron los incendios fue el domingo 8 de octubre: por la mañana acudió a extinguir el fuego desatado en Fornelos de Montes, cerca de Vigo. Para surtirse de agua, los cuatro aviones de la Unidad Militar de Emergencias (UME) tenían que atravesar el aeropuerto, con el consiguiente “caos” en las comunicaciones desde la torre de control. Además, el humo les dejaba una muy escasa visibilidad.

La actividad de la tarde, según cuenta, se resume en una palabra: “impotencia”. El viento arreció, favoreciendo la propagación del fuego y aumentando las turbulencias. Los focos de las llamas se multiplicaron y terminó por asignarse un solo avión para cada incendio.

Regreso entre humo

Cuando regresaban al destacamento salmantino a repostar, se encontraban nuevamente con dificultades: “El humo cubría toda Galicia y la baja visibilidad no es la mejor aliada cuando se vuela en terreno tan accidentado”, explica.

“En la atmósfera, el humo es aire caliente, y como tal, asciende hasta llegar a una capa donde se ‘amontona’ y se vuelve muy denso. Esta capa suele coincidir con nuestra altitud máxima de vuelo, por lo que no resulta aconsejable intentar atravesarla”: todo ello les obligaba a volar muy bajo, quedando casi atrapados entre el terreno y el humo.

Los efectivos de la UME estuvieron operando en los incendios en Galicia hasta el lunes 9 de octubre. Precisamente ese día comenzó a llover, el fenómeno más esperado desde hacía tiempo. Gracias a la lluvia se terminó de forma definitiva con el fuego, según este piloto.

 

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